miércoles, 23 de junio de 2010

Degustando la ciudad: Cero Gourmet

La casa del Pavo
 

Ya no es lo mismo, aunque es igual. Cuando la conocí todavía tenía precios universitarios, ya saben, de la UNAM, no del Tec. Dependiendo del presupuesto era el bocado, pero hasta el menos afortunado podía salir satisfecho. Repito, ya no es igual. 

¿De cuánto es el presupuesto culinario actual de un ente estudioso matriculado en la H. alma mater de su servidor? ¿Veinte o treinta pesos? Apenas para la torta más barata. Adiós refresco. Pero aun así, La casa del pavo sigue siendo de mis lugares favoritos del centro.


¿Por qué me gusta? Porque, como muchos de mis lugares favoritos, La casa del pavo se detuvo en el tiempo, es como un recuerdo viviente de mediados del siglo pasado.
 
Ya  saben que esto es cero-gourmet, así que no esperen suflé de pavo con arándanos, ahí sólo encontrarán tortas, sí, tortas: de pierna de pavo, de pechuga de pavo, combinadas, hawaiana (¡esa es de alto riesgo por la capa externa de mayonesa! para garnacheros profesionales), de adobo, de queso solito y de jamón. 

También hay caldos o piezas de pavo con ensalada y algo de comida mexicana. Por supuesto, refrescos, y bien fríos para no romper la tradición. El agua es cosa aparte, espero que sea de garrafón aunque nunca he visto de dónde la traen. No pidan hielos. 

Se gastarán algo más de sesenta pesos por persona para una comida que dure media tarde, aunque el costo se duplica si de verdad tienen hambre o antojo. 

No dejen de botanear los chiles en vinagre, que son cocinados en el mismo lugar, las papitas y las zanahorias están bien ricas; y, por último, observen. La comida es el sabor, pero también el lugar y hay lugares que, además de llenar la panza, llenan la imaginación.


Dirección: Motolinia 40, casi esquina con 16 de septiembre, 
a unos pasos del también ya tradicional Pasagüero.